18 de marzo de 2008

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Nunca quise ser frágil.
Sé que no lo parezco. Ni siquiera mi físico demuestra ésta característica. ( A veces esto me encanta y otras veces me agota)
Siempre quise ser o pareci ser o me hubiera gustado parecer (y no se bien que usar aca) independiente, autosuficiente. Siempre me encargue de no depender de nadie, de no precisar ayuda o de no parecer que la necesito. (Traté...con mejores y peores resultados)
Depender de alguien es demasiado, si es demasiado, es mucho...un montón.
Pensé que crecer profesionalmente, intelectualmente, socialmente, ser todo lo que yo creía que debía ser me iba a hacer poder prescindir de alguien, no depender de nadie, nunca. (No se si me lo creí realmente o es de esas cosas que simplemente a uno le gusta pensar... la fantasía de ser omnipotente!!!).

Pero ahora me siento vulnerable. Muy.
Y no estoy cómoda con eso... o no estoy cómoda con saber todo lo vulnerable que soy, lo frágil que soy. Tanto mas de lo que pensaba, tanto mas de lo que quería ser.
Me da miedo ser asi, me hace pensar que tengo mucho que perder.

En realidad me gusta sentirme asi, pero es como ver un lindo paisaje desde el borde de un precipicio, es precioso pero me da mucho miedo.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Jadeante y desesperado, Klein luchaba con su demonio. Todo lo nuevo, todo el conocimiento y la liberación que le habían traído los últimos días fatales, se había concretado en el embriagador torrente de pensamientos y vivencias del día anterior, formando una ola en cuyas alturas creyó afirmarse en el instante mismo en que empezaba a descender de ellas. Ahora estaba de nuevo muy abajo, en el valle, lleno de sombras luchando todavía, con una secreta esperanza, pero profundamente herido. Durante un día, un breve día brillante, había logrado practicar el sencillo arte de vivir como las flores del campo. Durante un pobre día se había amado a sí mismo, se había sentido unidad y totalidad armónica, amándose a sí mismo había amado en su persona al mundo, y por doquier había encontrado amor, seguridad, alegría. Y ahora, en medio de la felicidad había vuelto a caer, era de nuevo pequeño y débil. Se juzgaba a sí mismo, aunque en el fondo sabía que todo juicio es falso e insensato. El mundo que durante un espléndido día había sido transparente y penetrado por dios se le antojaba nuevamente duro y penoso; cada objeto tenía su propio sentido y cada sentido estaba en contradicción y oposición con los otros. La exaltación resultaba sólo un estado de ánimo pasajero.

H.Hesse 'La ruta interior'