24 de agosto de 2007

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El invierno solía llevarse junto a las horas del día una sonrisa, una seguridad, un poco de ganas.
Las noches largas traían dudas, miedos, confusiones. El frío traía tristezas. La lluvia melancolía.
Algunas veces me vi aplastada por éstos meses oscuros, otras veces no, a veces no pasaba de un estado de inconformismo o leve malestar. Así esperaba yo la primavera. Los días más largos. Esa estación que en mis recuerdos brilla. Que año tras año viene acompañada de energías, alegría y optimismo. Cada primavera siento que todo lo puedo, que todo es simple. Sé que voy a ser feliz, que voy a querer, amar, disfrutar. Sonrío con una brisa, un rayo de sol, un amigo, una mañana, un beso. Soy feliz.
Ayer, mientras tomaba un mate sentada en el pasto super abrigada. Mientras miraba los árboles sin hojas y el vapor frío salir de mi boca me di cuenta que éste año fue distinto. El invierno no trajo a la melancolía, y sin ella, aprendí a quererlo.

Tengo ganas de cantar todas las mañanas.

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